Algo para Recordar
La vida es
apenas un instante. Muchas cosas hoy están y mañana no. Igual pasa con las
personas. Quizá el final se convierta en principio y todo vuelve a empezar. No
lo sé. Pero estoy convencido que en esa sucesión de instantes mágicos, que en
ese contar constante de nuestro cuento de vida, los recuerdos de la niñez
permanecen con cada uno de nosotros a lo largo de todo el sendero…
Recuerdo el
paisaje de los barrios de la ciudad que recorrí siendo niño y los rostros de la
gente que coincidió conmigo en aquella entrañable etapa de mi vida. Recuerdo las
casas que habité en mi niñez. Recuerdo sus patios y las calles y los jardines
en que jugaba. Recuerdo a mis hermanos, primos y amigos, en un ir y venir
constante de risas y juegos.
No creo que
aquellos espacios se diferenciaran mucho del resto de las calles, jardines,
patios y casas que había en la gran ciudad... Sin embargo, aquellos sencillos
lugares se convirtieron en el espacio perfecto para que volaran la imaginación
y los sueños del niño que una vez fui…
Por
eso, a pesar de tantos años, sigo
evocando con la emoción de siempre, las imágenes que hicieron de mi niñez una
época inolvidable… Mis años maravillosos…
Carnaval de Hanna-Barbera
Entre 1971 y
1972, las tienditas de la esquina, las papelerías y uno que otro estanquillo de
la Ciudad de México, lucían en sus anaqueles un álbum de estampas que llegó a
ser un símbolo emblemático para los niños de mi generación: Carnaval de Hanna-Barbera. La colección
se componía de 365 cromos a todo color y en ellos se presentaban diversas
historias de los personajes de dibujos animados que viven en mi recuerdo y que
llenaron de alegría e ilusión mis tardes de niño.
Jamás creí que
volvería a tener en mis manos aquel viejo álbum de estampas que el tiempo me
robó un día. Y ese mismo tiempo -a 40 años de distancia-, irónicamente me ha regalado
la ocasión para volver a tenerlo conmigo…
Es increíble pero lo
veo una y otra vez y no me canso de hojearlo. No tiene nada de extraordinario salvo
que en sus páginas se guarda el recuerdo de mucha gente que conocí y que he
dejado de ver (a mi álbum le faltan 5 estampas).
Cursaba el segundo año de Kinder o quizá el primer año de la Primaria y para los niños como yo, que nacimos en los últimos años de esa sutil mentira que los economistas e historiadores llaman el desarrollo estabilizador, los días y sus noches estaban llenos de magia y de color.
En aquel tiempo, mi ciudad se vestía toda de lila para recibir a la primavera. Los niños podíamos caminar por sus calles llenas de historia y coloridas tradiciones, sin miedo y sin pensar siquiera en que la noche con todos sus murmullos nos pudiera sorprender lejos de casa.
Los
barrios clasemedieros atestiguaban el crecimiento de la capital. La gente que
había abandonado sus pueblos o rancherías en la lejana provincia (como aquel
cenzontle que busca en donde hacer nido) se había encargado de formar el nuevo
rostro de la capital azteca... Los
estanquillos de doña Romana y don Cata, el establo, el depósito de madera y
carbón, la tienda que vendía petróleo, la iglesia, el mercado de la colonia, la
panadería, la esquina en la que una señora vendía sus gorditas calentitas de maíz con piloncillo y el
carrito de los bolites (paletas redondas
de crema de nieve cubiertos de chocolate),
permanecen en mis recuerdos tan vivos y tan presentes como en aquellos días de
mi infancia.
La consola Philips
que había en mi casa jamás dejó de tocar los viejos discos de Cri-Crí el Grillito cantor que mi papá
compró en su afán de querer regresar el tiempo. Y es que tal vez al tocar esos
viejos discos de vinil que corrían a 33 revoluciones por minuto, mi padre
volvía a ser niño.
El televisor en blanco y negro (también marca Philips) me trasportaba a los lugares más recónditos del planeta gracias a los cuentos de Cachirulo y su Teatro Fantástico que mis padres me platicaban (nunca vi la serie original pues salió del aire en 1969 y sólo pude ver la retransmisión de algunos capítulos); sin embargo, siempre esperaba ansioso el gustoso premio de disfrutar un chocolatote Express (una de estas latas me sirvió para guardar durante muchos años las canicas de vidrio que había ganado jugando en la calle en por lo menos 8 años).
Aún no existía
Televisa pero los canales de aquel entonces (al igual que hoy), ofrecían para
los pequeñines la obligada barra infantil que empezaba a eso de las 3 de la
tarde. En el canal 8 sintonizaba el programa de Jorge Gutiérrez Zamora y su
inolvidable Ciriaca, la calaca tilica y flaca, que encabezaba
el club de los niños chupadedo.
Los domingos me organizaba una minidepresión ante la imposibilidad material de aceptar la invitación que por el Canal 2 y en el programa de Chabelo nos hacían El Pecas y Genaro Moreno para viajar a Disneylandia. A falta de viaje, catafixiaba mi tristeza para llenarme de alegría al ver jugar al América de Carlos Reinoso, Enrique Borja, “Pichojos” Pérez, “Popeye” Trujillo, Prudencio “Pajarito” Cortés, “Campeón” Hernández, Osvaldo Castro “Pata bendita” y muchos más.
El
Canal 5 ofrecía la mejor barra de caricaturas y el segmento estelar corría a
cargo de Ramiro Gamboa, el inolvidable Tío
Gamboín. ¿Cómo olvidar a Pacholín,
a Salchichita, a Pacho y a Platillotes luciendo su mejor sonrisa cuando nos cantaban las
mañanitas? Tampoco puedo dejar de recordar a Corcolito, el informante por excelencia de nuestro tío. La
apariencia de este singular personaje en la pantalla del televisor estaba dada
por una serie de efectos a mis ojos extraños y misteriosos que lo hacían flotar
a un costado de la imagen siempre amable del Tío. Corcolito tenía una forma por demás extraña, algo así como un
romboide que parpadeaba y –según me parecía-, cambiaba de color.
Topo
Gigio y La
Familia Telerín en los canales del Telesistema Mexicano nos mandaban a la
camita en punto de las 8 de la noche. Llegan a mi mente
como un vago rumor, los recuerdos del programa Telekinder que conducía Pepita
Gomiz y aquellos en los que aparecía Bozo
el payaso, en los que Genaro Moreno
promocionaba las hamburguesas Súper
Chamacón que se vendían en Burger Boy, acompañadas de una deliciosa
malteada Bonafina.
Mis caricaturas favoritas podía verlas a través de los canales 5, 8 y 13 (este último pertenecía al gobierno federal) y eran aquellas que precisamente estaban en el álbum de estampas que ahora traigo a colación.
Además, los
pastelitos Tuinky Wonder editaron en
aquel tiempo una colección con las figuras elaboradas con plástico de tan
simpáticos personajes. Por cierto, el autor del gingle con el que se
promocionaban los Tuinkys era Nacho Méndez y la cancioncita decía algo que iba
más o menos así: Con mucho gusto, Tuinky Wonder, delicioso, Tuinky Wonder, muy
sabroso, Tuinky Wonder, ¡qué rico
pastel! (eran 45 figuras y además, se editó un coleccionador de cartón para
pegarlas).
Con apenas unos
centavos en la bolsa, acudía a la tienda a comprar un sobre para empezar a
llenar mi álbum. Recuerdo que contemplé durante varios minutos las 5 estampitas
que brotaban de aquel sobre, con mis ojos llenos de asombro y fascinado ante
tanto color y alegría que de ellas se desprendía. Ningún cromo coloqué en mi
álbum que guardaba en un lugar secreto de la casa intentando cuidarlo como el
más valioso tesoro que poseía pues a la mañana siguiente, ya sea a la hora del
recreo o a la salida, las jugaría a la suerte de los volados con los niños más
distraídos de la escuela para garantizar el éxito de mi empresa. Sabía que si
me juntaba con los riquillos del salón, algunos de ellos me obsequiarían las
estampas que tenían repetidas o que de plano no les gustaran.
Y así, entre volado y volado y una que otra generosa dotación de estampas de mis cuates los aristócratas del barrio (sí, esos ricos a quienes el presidente Echeverría culparía de los males de este país), bien pronto pude ver completado mi álbum. ¿En dónde está?, me preguntaba hace apenas unos días… Creí que era una de las tantas cosas que se llevó el tiempo pero no, otra vez está aquí conmigo.
Y así, entre volado y volado y una que otra generosa dotación de estampas de mis cuates los aristócratas del barrio (sí, esos ricos a quienes el presidente Echeverría culparía de los males de este país), bien pronto pude ver completado mi álbum. ¿En dónde está?, me preguntaba hace apenas unos días… Creí que era una de las tantas cosas que se llevó el tiempo pero no, otra vez está aquí conmigo.
Aquellas añejas
caricaturas de Hanna-Barbera fueron los dibujos animados de mi niñez. Estoy
seguro que constituyen en la memoria colectiva de mi generación una parte
importante del repertorio de las cosas que hoy, gracias al paso del tiempo, nos
resultan entrañables y que jamás podremos olvidar.
En los siguientes
apartados, voy a referirme a cada una las partes en que se encuentra dividido
el Carnaval de Hanna-Barbera. Intentaré
presentar algunas estampas y además, realizaré un breve comentario sobre cada
uno de los personajes que en él aparecen.
Cada uno de nosotros aun conserva bellos momento de la niñez, que hicieron de ella una entrañable etapa, los juguetes, lugares y caricaturas hacían de nuestra infancia un mundo lleno de imaginación.
ResponderEliminarLas caricaturas que describe en el presente blog me hace recordar algunas de las que alcance a ver, recuerdo que en la primaria era raro que un niño no coleccionara estampas sobre las caricaturas de picachu, dora la exploradora que por cierto aun prevalece en las diferentes varios productos como mochila o ponchera en el mercado.
por otro lado considero que todo esto se a ido perdiendo con el paso de los años ahora las caricaturas actuales representan mucha violencia, la mayoría de ellas enfocadas al humor.
Detrás de aquellas caricaturas se desataba una gran disputa televisiva en tre Tv Azteca y Televisa por una parte trataba de llegar a la niñez y por otro lado Televisa ya tenia tiempo destruyendo mentes imprescindibles con un canal de entretenimiento (5)
Hola, me gustaria que si pudiera Ud. hacer un recuento de la caricatura Candy, creo que tambén hubo album de estampas. saludos.
ResponderEliminar¡Increíble!, las estampas del álbum mas querido de mi infancia, tuve ese maravilloso álbum en mi infancia y una desgraciada mudanza lo apartó de mi vida para siempre, sin embargo logré coleccionar una re-edición del mismo, muchos años después, aunque no con los mismos personajes, variaron a algunos, ni con la misma magia del primero, pero es un buen sucedáneo al original, te agradezco infinito por esos hermosos recuerdos, también conservo varios muñequitos de plástico de esos que salían en los Tuinky, eran una maravilla, me hiciste la tarde amigo, muchas gracias, de verdad.
ResponderEliminarMe transporté a esa bella época, al parecer somos de la misma edad de hecho tengo el álbum de hanna barbera y aparte una pagina en facebook donde publicamos todas esas caricaturas de aquellos tiempos junto a esas series que también pasaban en ese entonces, excelente blog automáticamente volví a vivir mi niñez!
ResponderEliminarGracias!!
🤗👏👏👏👏👏
ResponderEliminarMe encantó mucho bebé
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